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Esta imagen de un ser andrógino con alas enormes, túnica blanca y cara de no haber roto nunca un plato es la tópica de un ángel, tal y como se representa en el imaginario colectivo. De hecho, esta lámina representa el arcángel Mikael, al que se atribuyen varias correspondencias como orientación sur, elemento fuego, constelación de Sagitario… El tema de la jerarquía angélica daría para un blog completo, pero obligada a resumir, diré que, lo que a los ocultistas nos gusta llamar “devas”, son energias que trabajan conjuntamente con nosotros, seamos conscientes o no. Además, tienen una ventaja sobre nosotros; pueden ver a Dios. Son sus mensajeros, y nos recuerdan a su manera, y de forma constante, su existencia. Volviendo a la clave, representa ese concepto de ángel guardián, que todos tenemos uno y que existe en muchas tradiciones. Una fuerza activa que nos protege y nos guía en nuestro andar por la vida.
Pero más allá de esta imagen arraigada en nuestra subconsciencia de un ser bonachón que cuida que no nos vayamos por el terraplén mientras conducimos distraídos, este arcángel tiene un propósito muy importante en nuestra existencia, siendo una influencia positiva en nuestra personalidad. (Para los que tengáis en mente el árbol de la vida, la clave 14 es el sendero que recorre de Tiferet a Yesod)
Este arcángel, por tanto, nos permite percibir el plan divino, si trabajamos convenientemente; canaliza la voluntad de Dios, la voluntad primordial, para que podamos, en nuestra humilde existencia, percibirla sin desmoronarnos. Pero a veces, esa influencia positiva no la percibimos como tal… El trabajo con esta fuerza dévica nos permite alcanzar la iluminación, pero es a través de la experimentación y posterior rectificación. Es una manera de avanzar en el sendero; lo que hemos aprendido de forma indirecta debemos verificarlo con nuestra experiencia personal y de esta forma se incorpora definitivamente en nosotros. Dicho de otro modo, es muy fácil “decir” que se debe amar al prójimo igual que a uno mismo, pero ¿cuántos de nosotros somos capaces de aplicarlo a nuestra vida diaria?
De hecho, se le conoce como el “arcángel de las pruebas”, incluso el “alquimista”. En esta representación se puede ver como trabaja con elementos contrarios serenamente. Vierte agua sobre el león (símbolo de leo, signo fijo de fuego), y fuego sobre el águila (símbolo de escorpio, signo fijo de agua). De la misma manera que se elabora una espada, alternando fuego y agua en su forjado, se templa nuestra personalidad pasando por estados elementales de ardor y humedad, expresados en forma de experiencias vitales. Experiencias necesarias y específicas para nosotros, y de buena voluntad, enfocadas hacia el bien. Siempre nos pone pruebas que podemos superar; está atento a lo que hacemos, y nos guía sutilmente. Con ellas aprendemos, y cuando la “pasamos” conseguimos expandir nuestra consciencia, aumentar nuestra vibración, por poquito que sea. Quizá por eso una de sus correspondencias sea el signo zodiacal de sagitario (signo de fuego) los cuales tienen una personalidad “expansiva”.
Como todos los signos del zodíaco, tiene una correspondencia con una parte del cuerpo físico, y en este caso es la cadera dicho en genérico. Bien, existe un episodio bíblico, “Jacob luchando con el ángel” (Génesis 32 y Oseas 12). En él, Jacob volviendo de Canaan, se encuentra con un ser (que en un principio no queda claro quien es), pero luchan entre ellos y finalmente el ángel le “tocó” la cadera y lo dejó cojo. Después del incidente, el ser que nosotros identificamos como el arcángel, cambia el nombre de Jacob a Israel (Dios rige en mi). Así pues, la cadera simboliza un cambio, una transformación, y de hecho, energéticamente así es; romperse la cadera, que es una lesión de la gente mayor, marca un antes y un después…
Por otro lado, el tibetano (maestro D.K.) en el libro “Tratado sobre fuego cósmico” nos indica las quince reglas para la magia blanca, de naturaleza esotérica:
Regla 1: El ángel solar se recoge en sí mismo, no disipa su fuerza, sino que se comunica en profunda meditación con su reflejo.
Esta “frasecita” tiene una profundidad casi insondable, pero vamos a centrarnos… Si nos alineamos con nuestro “ángel solar”, como lo llama, podremos estar receptivos a sus planes y propósitos, y captar su impresión. Es importante trabajar las energías de “arriba hacia abajo”, es decir, que sea el plan el que rija nuestros pasos, y no dejarnos llevar por los impulsos viscerales y terrenales. Esta meditación de nuestro guardián facilita este alineamiento y podemos recibir sus impulsos superiores como sueños, aspiraciones, corazonadas… se comunica con nosotros, pero no de forma directa. Es un observador que nos puede ayudar, con cierta perspectiva; es obvio que no es suficiente la lógica, debemos ir más allá.
Simbólicamente aparece un arco iris; el cual es un puente, y representa la comunicación con lo superior, más allá de lo que se define como intuición. Es el Antahkarana o el Bifröst (Asbrú), el puente entre Midgard (el mundo de los hombres) y Asgard (el reino de los dioses) en la mitología nórdica. La letra hebrea que aparece es la “Samekh”, que significa “apoyo” o “soporte”. Su forma redonda se relaciona con un escudo, recordándonos la protección de nuestro ángel guía, y también con el sendero del retorno. Es el Ouróboros, la serpiente que se muerde la cola; la continuidad, la evolución después de la involución.
Y esto es solo una parte de la simbología que aparece en la carta, porque podríamos hablar del sendero entre montañas, de las propias montañas, la corona iluminada, la estrella en el pecho, las letras hebreas…
En definitiva, es una energía protectora, pero a la vez es juguetona. Nos pone a prueba (sería mucho más fácil si lo tomáramos como un juego) pero podemos ponernos bajo sus alas protectoras. Si trabajamos podremos percibir su límpido haz de luz y no caminaremos en la oscuridad, sabremos qué debemos hacer y veremos como se abre ante nosotros el sendero del retorno. Si nuestra aspiración es suficiente, esta volverá a nosotros como “flecha” de intuición (sagitario es el arquero).
Estamos destinados a hacer grandes cosas, así que debemos construirnos con material muy resistente en todos los planos de existencia; y cuando percibamos una de estas pruebas, aunque nos resulte molesta, diremos:
“Gam Zú Letová!”
(¡Esto también es para el bien!).
Shalom ( 15 / 14 ) como me decía hace poco una compañera, el siempre nos coloca sus manos sobre, en nosotros...Gracias por el texto, sobre el amigo MiguEL.