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Entre los años 1614 y 1620 se produjo una pequeña revolución en Europa; “Fama Fraternitatis”, una obra esotérica y anónima publicada en Kassel (Alemania), daba a conocer a una enigmática sociedad secreta, la Fraternidad Rosacruz. Mucho se especuló en el momento sobre quiénes eran los autores del texto, incluso se señalaron posibles nombres, aunque nunca se pudo llegar a una conclusión. Unos años más tarde, relacionada con la obra anterior y por el mismo sistema, se publicó el “Confessio Fraternitatis”. Por último, apareció “Las Bodas Alquímicas de Christian Rosenkreutz”, esta vez publicándose de forma simultánea en Alemania y Estrasburgo. Estos manifiestos hablaban, entre otras cosas, de Christian Rosenkreutz, supuesto fundador de la orden, nacido en 1378 y fallecido en 1484 (sí, has leído bien: 106 años). Su sepultura no fue descubierta hasta 120 años después de su muerte, tal y como él mismo había predicho… De hecho, se considera que la historia de Christian Rosenkreutz es mitología de la Orden, ya que el auténtico inicio de la misma se remonta a mucho antes, concretamente a la época de los grandes faraones del Antiguo Egipto. Pero, sobre estos temas profundizaremos más adelante…
Durante esos años aparecieron más de 400 panfletos y hojas aclaratorias, aunque muchas escritas por algunos que poco sabían de las verdaderas pretensiones de la misteriosa orden. Estos escritos fueron recopilados, traducidos y circularon por diversos países, suponiendo un auténtico alboroto para la época. La expansión por Europa de estos escritos generó gran expectación, especialmente entre los intelectuales de la época, la cual aumentó cuando en París (año 1622) aparecieron fijados en las paredes de la ciudad unos carteles con una proclama que resumía el espíritu de la Fraternidad:
Nosotros, diputados del Colegio principal de los Hermanos de la Rosacruz, estamos haciendo una estancia visible e invisible en esta ciudad, por la gracia del Altísimo, hacia el cual se vuelve el corazón de los justos. Nosotros mostramos y enseñamos, sin libros ni marcas, a hablar todas las clases de lenguas del país en que queremos estar, para sacar a los hombres, nuestros semejantes, del error de la muerte.
A esta proclama le siguió una segunda en la que se decía:
Pero para acceder al conocimiento de todas esta maravillas, advertimos al lector que nosotros conocemos sus pensamientos y que, si le da la voluntad de vernos solamente por curiosidad, jamás comunicará con nosotros, pero si la voluntad le lleva realmente a inscribirse en los registros de nuestra confraternidad, nosotros que juzgamos los pensamientos, le haremos ver la verdad de nuestras promesas, de tal forma y tan cabalmente que ni tendremos necesidad de darle la dirección de nuestra casa, puesto que los pensamientos, junto con la voluntad real del lector, serán capaces de darnos a conocer a él y de que nosotros le conozcamos.
Entre las personas interesadas en saber más sobre el tema estaba el mismísimo rey Luis XIII; incluso puso a trabajar en esta cuestión a Gustavo Naudé, bibliotecario y protegido del Cardenal Richelieu. Sus pesquisas fueron profundas, llegando a escribir una obra titulada “Instrucción a Francia sobre la verdad de los Hermanos de la Rosacruz” (París, 1623). Pero no fue el único… también tenían interés en saber quiénes eran estos “fraters” el propio clero, cómo no... Pongámonos en situación: año 1622, unos misteriosos señores dicen que pueden hablar todas las lenguas (¿eso no lo hacía satán?) y que pueden sacar del “error de la muerte” (¿eso es reencarnación?). Seguro que a los señores del “stablishment” del momento se les ocurriron muchas ideas, pero ninguna buena…
Sin embargo, no hubo tiempo para más; tal como aparecieron, desaparecieron. No se publicaron más manifiestos ni panfletos (al menos en los siguientes años), pero lo que no desapareció fue el interés que despertaron. Tanto estudiosos y eruditos, como simples curiosos, siguieron el rastro, o al menos lo intentaron, y se creó todo un circulo de partidarios y detractores alrededor de su leyenda.
Bueno, supongo que no desvelo un gran secreto si digo que una de las características de esta Orden es que presenta un carácter cíclico, emulando las fases de la naturaleza. En este sentido, alterna periodos de silencio (que no de ausencia) representando el trabajo en la noche, a la luz de las velas, con periodos de actividad más visible, a plena luz del día. Si seguimos la historia de la Orden, veremos que se han ido publicando manifiestos en momentos concretos (ciclos de 108 años dicen). Y en eso estamos, como si no pasara el tiempo… 400 años han pasado desde que se iniciaron las andanzas, y aquí nos encontramos haciendo lo mismo, solo que ahora no salimos con la cara tapada a pegar carteles por las paredes en horas oscuras (al más puro estilo “noche de campaña electoral”), sino que disponemos de nuevas herramientas. Que estas órdenes son antiguas, pero no anticuadas. Algunos de los motivos por los que sobreviven es que son discretos y siempre están adaptándose a los tiempos en los que viven; y ahora lo que toca son internet y las redes sociales.
Ahora, con estos nuevos modos de comunicación, y de ver el mundo (bueno, nuevo para los que pasamos de los 35), toca seguir trabajando en la red, haciendo una estancia visible e invisible en esta ciudad, por la gracia del Altísimo.
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